
Palo Quemao: ¿El dulce llanero?.
Palabras claves

En un país donde la comida siempre tiene algo que decir, Palo Quemao se ha ganado su lugar por su maestría con las brasas y por su fidelidad a las raíces del sabor. Desde su sede en el Valle del Cauca, este asadero ha sabido contar la historia del Llano no solo a través de la carne y el sancocho, sino también en los detalles más tiernos: un queso, una fruta, una fritura hecha a mano.
En ese universo de ollas, parillas y dulces recuerdos, los productos que componen la sección “Algo Más” del menú no son un simple acompañamiento. Son un homenaje a las meriendas del campo, al sabor de la tarde, al gesto que consuela. Y ahí, una vez más, Palo Quemao deja claro que cocina evoca.
Protagonista inesperado: Queso Llanero asado

La sencillez puede ser poderosa. El queso llanero asado es la prueba. No necesita aderezos ni rebusques, porque su fuerza está en lo elemental: leche, fuego y paciencia. El queso llanero llega a la parrilla con una textura firme que resiste el calor sin rendirse. Se dora lentamente, hasta que su piel adquiere una costra dorada y su interior se vuelve sedoso, casi fundente. Lo que podría ser solo un bocadillo salado se transforma en una experiencia contrastante gracias a un complemento inesperado: un dulce cortado artesanal.
El dulce cortado —una preparación tradicional hecha con leche, azúcar y canela, cocido hasta cuajarse— aporta la nota exacta de nostalgia. Es el sabor de las tardes en el Llano, cuando la abuela sacaba algo “para picar” y la conversación se alargaba entre mates, viento tibio y olor a tierra.
No es solo una entrada. Tampoco un postre. Es, en Palo Quemao, una declaración de principios: lo sencillo, bien hecho, tanto como el plato más elaborado.
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Piña asada

Si el queso llanero asado es un canto a la rusticidad elegante, la piña oromiel asada en azúcar morena es puro goce tropical. El asado de frutas no es una invención moderna. En el campo, cuando se terminaba de cocinar la carne, las brasas servían para dorar lo que quedara: bananos, piña, guayaba. De esa costumbre nace esta delicia que Palo Quemao ha convertido en una joya del menú.
La piña oromiel —conocida por su sabor dulce y bajo nivel de acidez— se corta en rodajas generosas, se reboza ligeramente en azúcar morena, y se deja caer sobre la parrilla caliente. Ahí ocurre la alquimia: el calor resalta su jugosidad, el azúcar se carameliza en una capa fina y crujiente, y el aroma es simplemente irresistible.
Servida tibia, conserva la frescura de la fruta y el sabor ahumado que solo el carbón puede ofrecer. No necesita más. En cada mordida hay dulzura, textura, memoria. Es el tipo de postre que no empalaga, suele ser ligero y de las mejores elecciones.
En Palo Quemao , la piña asada puede convertirse en un antojo, que además es una celebración del sabor natural, de la fruta tal como se cosecha en la sabana, apenas intervenida, con respeto absoluto por su origen.
Buñuelo llanero

El buñuelo llanero no es como los de Navidad en Bogotá ni como los redondos que acompañan el chocolate en diciembre. Estos buñuelos se hacen de yuca rallada, mezclada con queso fundido llanero y fritos hasta que quedan crocantes por fuera y suaves por dentro. El resultado es un contraste delicioso entre salado y dulce, con ese dejo mantecoso que solo el queso artesanal puede aportar.
En un mundo donde los acompañamientos suelen ser vistos como secundarios, Palo Quemao les da el lugar que merecen. Estos pequeños platos condensan en pocos ingredientes siglos de tradición oral, saberes campesinos, gusto por lo simple y amor por el detalle.
El queso, la piña y el buñuelo son más que postres o bocados: son símbolos del Llano que viajan hasta el Valle del Cauca gracias a un equipo que no cocina por negocio, sino por legado. Si quieres probar un poco más de su arte en la cocina, consulta su menú digital aquí.
Palo Quemao demuestra que no hacen falta comedores lujosos ni manteles blancos para ofrecer excelencia. Desde su espacio de producción, sin local para consumo, el negocio se ha mantenido fiel a su promesa: traer el Llano a la ciudad, bocado a bocado, sin traicionar el origen.
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